23/1/06

Hogar, ¿dulce hogar?

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Aunque no existe una receta mágica para alcanzar la total felicidad familiar, las denominadas familias disfuncionales corren el riesgo de colapsar como grupo social y además afectar negativamente el proyecto de vida de cada uno de sus miembros.


Todas las sociedades conocidas tienen como base al grupo familiar. Aunque su estructura y funciones varían según la época y el contexto sociocultural, la familia es el pilar universal sobre el cual se edifica el desarrollo psicológico, social y físico de cualquier ser humano. Es en su seno en donde se moldea la personalidad y se transmiten valores, creencias, actitudes y roles necesarios para que el individuo se desenvuelva apropiadamente.

No hay familias ciento por ciento perfectas; sin embargo, las personas criadas en las llamadas familias 'disfuncionales' pueden ver afectada seriamente su salud emocional y arrastrar heridas psicológicas que les imposibiliten construir un proyecto de vida sano. "La familia es un organismo vivo, integrado por miembros indisolublemente unidos. Su adecuado funcionamiento requiere de una estructura jerárquica bien definida para que cada integrante sepa claramente cuál es su campo de acción y los límites de éste", explicó la psicóloga costarricense Katherine Hogg.

No son fenómenos aislados

Generalmente el padre, la madre u otras figuras de crianza son quienes establecen un código de valores, principios, reglas y normas sobre las cuales se sustentará la dinámica de interacción familiar. De la forma en que lo hacen, depende en gran medida el éxito o el fracaso del proceso. Según la especialista, "el buen funcionamiento de una familia radica en que los conflictos tengan un efecto positivo ya que estimulan los cambios necesarios. Igual de importante es el amor que debe expresarse de manera natural y espontánea".

De acuerdo con Hogg, no puede hablarse de la funcionalidad o disfuncionalidad como fenómenos aislados, pues estos se asocian a una serie de aspectos internos y externos del entorno familiar como los roles, dinámicas de convivencia y comportamiento de las personas involucradas. "Las primeras lecciones de interacción social y las que más influyen en el desarrollo emocional y social se absorben inconscientemente. Cada día observamos distintas pautas de comportamiento; por ejemplo, el modo en que nuestros padres se tratan entre sí y se dirigen a nosotros; la forma en que los miembros de la familia expresan sus emociones, cómo se salen con la suya, o si sus necesidades se satisfacen o no".

Hogares inoperantes

Una familia disfuncional es aquella que opera de forma anómala y por ello se le dificulta el cumplimiento de sus funciones básicas. Según Hogg, "se compone de personas habitualmente autolimitadas, cuyas personalidades parecen inhibidas o subdesarrolladas. La comunicación entre sus miembros suele ser deficiente o inexistente, y ellos se expresan entre sí mediante comportamientos destructivos, incluso violentos".

Estas características hacen que las familias no puedan ofrecer un ambiente seguro y estable para sus integrantes, debido, entre otras cosas, a la ausencia de espontaneidad, negociación y libertad para expresar los sentimientos. "Los conflictos se resuelven culpando a uno de los miembros o simplemente se ignoran por completo", explicó la psicóloga.

Un cuadro de disfuncionalidad familiar puede incluir diversidad de 'síntomas'. El rasgo más sobresaliente es la relación de dependencia extrema o de codependencia entre sus miembros. Para Hogg, una persona dependiente es la que practica algún hábito destructivo como la adicción al alcohol u otras drogas y la codependiente la que cree rescatar a su pareja dependiente con su conducta, pero más bien refuerza y prolonga el problema. "Es una especie de relación parasitaria en donde una de las dos partes se alimenta de los esfuerzos emocionales y físicos del otro".

Los efectos perjudiciales de criarse bajo estas condiciones se extienden más allá del entorno familiar y pueden dejar secuelas emocionales irreversibles. "Estudios recientes en el campo de la psicoterapia indican que algunos miembros de familias disfuncionales pueden presentar baja autoestima, sentimientos de inseguridad que desembocan en temores; dificultades para comunicarse o expresar sus deseos y necesidades; incapacidad para manifestar afecto a otros. Son individuos que no consiguen establecer vínculos interpersonales sanos", destaca la psicóloga.

Lidiar con los problemas que puedan generarse en una familia disfuncional es una tarea difícil, pero factible de sobrellevar: "Lo primero sería el reconocimiento por parte del sistema familiar de que la vida psíquica de una persona no es exclusiva de un proceso interno. Deben comprender que como miembros de una familia se han perjudicado unos a otros, y por lo tanto se requieren modificaciones en esa estructura para mejorar como individuos y como grupo. En la mayoría de los casos es necesaria la intervención de un terapista familiar", recomienda Hogg.

Se deteriora la familia en Estados Unidos

Una investigación revela preocupantes pormenores del comportamiento de un grupo de familias norteamericanas, donde la falta de comunicación y debilidad de vínculos entre sus miembros son apenas un botón de muestra que refleja el estado de la primera institución social.

Los investigadores de la Universidad de California (Ucla) buscaron familias con padre y madre que trabajasen fuera de la casa, que pagasen una hipoteca y que tuviesen dos o tres hijos en edad escolar.

Cada una de las 32 familias aceptadas recibió mil dólares para participar.

Las familias reflejan la mezcla étnica de Los Ángeles: anglos, negros, hispanos, vietnamitas, indígenas... Dos de ellas tenían padres del mismo sexo.

Durante una semana, científicos con videocámaras digitales registraron cada movimiento de los integrantes de cada familia. Y más adelante, en laboratorio, los investigadores analizaron estos comportamientos minuto a minuto.

Los estudios sobre los estilos de vida típicamente dependen de que los participantes respondan cuestionarios o que redacten diarios. Con el uso de cámaras, los científicos documentaron las verdaderas reacciones y conversaciones durante el día, incluyendo ocasionales estallidos.

Cada familia fue observada durante una semana. Los investigadores se pegaban a sus integrantes desde el café matutino hasta la hora de dormir. Sólo siguieron una regla de oro: llamar antes de entrar. En 1.600 horas de vídeo digital, los experimentadores registraron momentos de alegría, como también de dolor, enojo y frustración.

Los científicos dijeron que hubo tantas visitas a las casas, que fue imposible para los miembros más remisos simular durante demasiado tiempo.

El antropólogo Charles Darrah, de la Universidad Estatal de San José, California, dice que el estudio de la Ucla confirma las conjeturas de por qué la vida en Estados Unidos se ha tornado tan frenética.

"No es sólo un fenómeno de la clase media", afirmó. "Lo que pasa en la sociedad se reflejan en la familia."

Para la antropóloga lingüista Elinor Ochs, la tendencia más preocupante es la indiferencia con que la gente se trata entre sí, particularmente cuando se reúne al término de la jornada. Activando el ratón de la computadora, Ochs ofrece algunas muestras del copioso archivo del proyecto. Algunas de las escenas son difíciles de mirar.

- Un hombre entra en el dormitorio después de llegar del trabajo mientras su esposa dobla la ropa lavada. No hay un beso ni siquiera un hola. En cambio, reanudan su discusión de la mañana acerca de quién dejó la comida fuera del refrigerador, que se echó a perder, (fue él).

- Una madre, ejecutiva, con traje de seda, insinúa una sonrisa resignada cuando su hija se niega a mirarla a la cara. Finalmente, la niñera anima a la pequeña a hablar mientras le abotona el pijama.

- Un hombre grandote entra en la atestada oficina en su propia casa, donde su hijo está absorbido por un juego de computadora con ruido ensordecedor junto a dos amigos. El padre le acaricia la cabeza al hijo, pero éste ni se inmuta. Cuando el padre se da vuelta para irse, el hijo señala la pantalla y le protesta: "Pensé que ibas a arreglar esto".

Ochs dice que otras culturas humanas y aun otras especies, como los lobos, se saludan de modos minuciosos para reforzar los vínculos sociales. Y opina que la indiferencia que se repite en una y otra familia en el estudio sugiere que algo anda mal. "Regresar al hogar al final del día es uno de los momentos más delicados y vulnerables en la vida", dijo. "Todo el mundo, en todas las sociedades, manifiesta algún tipo de recepción. Pero aquí, los niños no están saludando a los padres y éstos se lo permiten."

Los observadores registraron la ubicación de cada miembro de la familia en la casa cada diez minutos. Ochs dijo que las familias estudiadas estaban en el mismo cuarto apenas un 16 por ciento del tiempo. En cinco hogares, la familia entera jamás estuvo en la misma habitación mientras se efectuaban las observaciones. Ni una sola vez.

En sólo seis de las 32 familias los padres pasaban más del 10 por ciento de sus horas de vigilia en la misma habitación sin un hijo presente.

"La gente no se junta con mucha frecuencia en nuestra sociedad", dijo Ochs. "Pueden decir que quieren comunidad, pero no la buscan."

Vida frenética

Científicos de la Universidad de California en Los Ángeles, Ucla, se han pasado los últimos cuatro años observando a 32 familias de la ciudad para estudiar cómo trabajan los estadounidenses.

El Centro para la Vida Cotidiana de las Familias, de la Ucla, es uno de seis proyectos de largo plazo patrocinados por la Fundación Alfred P. Sloan para examinar la correlación entre la vida familiar y el trabajo. Un equipo de 21 investigadores completó la fase de recolección de datos a un costo de 3,6 millones de dólares.

Es un cambio radical poco entendido tanto en la economía de la nación como en la vida cotidiana. Algunas familias en el estudio tienen una casa más amplia, conducen mejores automóviles y disfrutan de vacaciones más agradables. Pero muchas más familias necesitan dos sueldos para alimentarse.

Los investigadores dicen que ahora las familias tienen tres empleos: dos carreras, más la crianza de los hijos... y solamente dos personas para cumplirlos.

En suma, la vida familiar empieza a imitar a las empresas reducidas al mínimo de personal. Padres e hijos viven virtualmente separados al menos cinco días por semana. Se reúnen durante unas pocas horas por la noche, duermen y vuelven a separarse a la mañana siguiente. En este estudio, al menos uno de los dos padres ya se había ido antes de que sus hijos se despertaran.

Cuando están juntas, las familias de hoy tienden a estar en constante movimiento con lecciones, clases y juegos. O van de compras.

Los investigadores de la Ucla dicen que, en su mayor parte, los maridos observados no han disminuido su actividad laboral. Algunos trabajan ocasionalmente desde su casa. Otros ayudan más con las tareas caseras.

Las madres en el estudio todavía soportan el peso de las responsabilidades de las tareas domésticas y la crianza de los hijos, aun trabajando de tiempo completo lo que, según los investigadores, parece estar erosionando las familias. ¿Qué es lo que están perdiendo? Tiempo para jugar con los hijos. Conversación. Cortesías. Intimidad.

Los estudiosos dicen que, de hecho, los padres han cedido la dirección a sus hijos. Eso se debe a que la mayoría de las decisiones y compras familiares se centran en las actividades de los hijos.

"Hemos programado y subcontratado muchas de nuestras relaciones'', afirma la directora del estudio, Elinor Ochs. "No queda mucho margen para el flujo de la vida. Y estamos pasando de una sociedad centrada en los niños a una sociedad dominada por los niños'', agregó. ''Los padres no tienen vida propia después que los niños se duermen.''

Fuente: Tiempos del Mundo



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Saludos afectuosos

Dr. José Manuel Ferrer

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